HACIA LOS MOLINOS

Punto de inicio en calle Prado de la Higuera (detrás de la iglesia)

El tramo del sendero que se despide del pueblo atraviesa El Prao la Higuera —aunque ya no existe esa higuera que le debió dar nombre— y Las Huertas, donde sí que perdura algo del esplendor hortícola que durante siglos ofreció sus frutos en regadío. Algunos cerezos añosos, perales, manzanos y melocotoneros siguen dando buenas cosechas en los años favorables.

Entre los cultivos hortícolas, se observan patatas, judías verdes, acelgas y todavía algunas fresas, que a mediados del siglo XX fueron un cultivo próspero en el municipio. Este entorno atrae a numerosas aves, entre ellas la curruca zarcera (Sylvia communis), el jilguero (Carduelis carduelis), el verdecillo (Serinus serinus) y la tarabilla común (Saxicola torquata).

Seguimos avanzando entre parcelas hace poco cercadas con alambradas. A nuestra izquierda perdura el antiguo camino, entre paredes de pizarra y bajo añosos robles rebollos. También por ese lado baja el canal natural del agua hacia las huertas del valle. Nosotros vamos siguiendo este camino de agua hasta su nacedero. Dejamos a nuestra derecha el paraje de El Valejón. A nuestra izquierda se suceden Las Pozas y El Prao la Laguna, topónimos ambos que nos expresan la abundancia de agua en esta ladera.

» Mientras nos acercamos a los Molinos,
atravesamos un paisaje de setos,
prados y bosquetes con fauna muy diversa

Km 1,6 – Los Molinos y Los Pisones

Antes de comenzar el recorrido molinero encontramos un panel que nos habla también de un arce de Montpellier (Acer monspessulanus) singular, situado a pocos metros a la derecha de este pequeño tramo que queda sin señalizar entre los ramales de ida y vuelta del sendero.

Esta especie autóctona de arce es termófila, esto es, le gustan las zonas cálidas. Crece con frecuencia en el valle del río Alagón, dentro de la Cuenca del Tajo, formando parte del monte mediterráneo cálido y húmedo, junto con el madroño, el durillo, la olivilla y otras especies.

Aquí se encuentra en una situación insólita. Además este ejemplar ha alcanzado el porte de árbol, cuando lo habitual en esta especie es que, a lo sumo, sea un arbolillo.


El piedemonte de los robledales

El paisaje alterna prados con bosques, ofreciendo un hábitat muy apropiado a especies de aves como el picogordo (C. coccothraustes), el pico menor (Dryobates minor) y la tórtola europea (Streptopelia turtur).

También las flores que crecen en las cunetas y las sales minerales de los suelos embarrados atraen mariposas como la Sofía (Issoria lathonia), la nacarada (Argynnis paphia) y la pandora (Pandoriana pandora). Después
de tomar el camino de ida del recorrido circular de este sendero, pasamos por Las Castellanas y divisamos ya el primero de los 10 molinos que componían el conjunto que vamos a visitar. Este molino es el único que ha quedado en propiedad privada tras la concentración parcelaria, mientras que el resto ha pasado a propiedad municipal.

» Conviene andar despacio, disfrutando
plenamente de este tramo corto e intenso,
bajo árboles robustos e incluso únicos por
su edad dentro de la provincia salmantina.»

Entre las especies vegetales que podemos encontrar aquí destacan por su longevidad los sauces cenizos (Salix atrocinerea). Uno de ellos está considerado el de mayor tamaño, entre los ya conocidos, de toda la provincia de Salamanca, con 4,5 m de cuerda normal (perímetro a la altura del pecho). También destacan los cerezos silvestres
(Prunus avium) y los sauces mimbreras (Salix fragilis), los arraclanes (Frangula alnus) y algunos olmos comunes (Ulmus minor), los majuelos (Crataegus monogyna), los rosales silvestres (Rosa canina) y las zarzamoras (Rubus ulmifolius), entre otras especies, algunas de ellas frutales plantados en las parcelas de huertas.

En primavera resuenan los cantos de la curruca capirotada (Sylvia atricapilla) y del mirlo común (Turdus merula), del zorzal común (Turdus philomelos) y del chochín (T. troglodytes), del arrendajo (Garrulus glandarius) y del trepador azul (Sitta europaea)…


POR LOS LOS MOLINOS

Bosque de árboles y de piedras

Una pasarela de madera entre el arroyo de los Molinos o de los Pisones y el primer molino que visitamos nos introduce repentinamente en un ambiente fresco, un cambio que resulta brusco, especialmente en verano. Nos sorprende que un arroyo modesto como es este pudiera mover tanto ingenio hidráulico. La clave está en que el manantial del que procede tiene un aporte constante de agua, sin variaciones notables entre las distintas estaciones e incluso entre los años. Esto permitió una actividad permanente, incluso en verano, cuando otros molinos de la penillanura detenían su actividad por falta de agua.

Desde que se abandonaron los molinos, ya en la segunda mitad del siglo XX, el bosque de ribera creció todavía con más fuerza, hasta que todo el sector de las riberas del arroyo quedó prácticamente inaccesible.
Tal era la maraña de vegetación que se había adueñado del paisaje que han sido necesarios varios meses de trabajo para lograr abrir el sendero del que ahora podemos disfrutar. La intervención ha sido sumamente
cuidadosa, conservando todo lo posible de este bosque de ribera frondoso y con árboles singulares por su tamaño y por su edad.

Vamos llevando la contraria al agua,
que baja, como decía la gente de antaño,
riendo.

A la altura de este molino el sendero retoma el cauce del arroyo y lo cruza en varias ocasiones, en un ambiente si cabe aún más nemoroso.

Pasamos junto a un edificio en ruinas, que al parecer fue uno de los dos pisones o batanes donde se batía la lana de oveja para producir paños.

Después pasamos por debajo de la gran presa que sirvió para regar las huertas de este valle. A mitad del verano crece aquí una planta poco común en la comarca: el acónito (Aconitum napellus), de gran tamaño y llamativas flores azules.

Nada más cruzar nos encontramos con otro edificio de grandes proporciones, que sería el segundo de los batanes.

A partir de este último ingenio proseguimos cerca del arroyo y a poco llegamos al Manantial de los Pisones o de los Molinos, llamado más recientemente Las Fuentes. Aquí se observa nítidamente cómo el agua mana del subsuelo burbujeando, límpida y fresca.

El manantial se encuentra en pleno ecotono o frontera entre el bosque de ribera y el rebollar adehesado.

Bosque de árboles y de piedras

Y merodean mamíferos como el corzo (C. capreolus), el zorro común (Vulpes vulpes) y la gineta (G. genetta), que tiene cagarruteros en lo alto de los molinos. Entre los reptiles, destaca el lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi), una especie endémica del centro y del oeste peninsulares.

Continuamos ascendiendo junto a los molinos, que se suceden casi sin interrupción hasta la presa de riego. Observamos claramente los canales elevados sobre muros que incrementaban la fuerza del agua desde su caída, y el socaz por donde vertían el agua una vez movida la rueda.

Tras pasar la presa dejamos a nuestra derecha otros dos molinos y trazamos una curva que nos lleva, junto a un conjunto de 7 añosos cerezos silvestres —el mayor de ellos con 1,92 metros de perímetro— hasta el molino más excéntrico de todo el conjunto, el que está situado más lejos del arroyo, dominando un exuberante prado de la margen derecha del arroyo.

Surge el agua del corazón de la tierra, no
a chorros como en una fuente cualquiera,
sino en burbujas de un charco
ancho y
claro.

 

Bajamos ahora con decisión y buenas vistas hacia la llanura y hacia la ladera de la sierra, cerca de algunos molinos y a través del paraje denominado La Granja. A la altura de El Cerrao llegamos al cruce más cercano al inicio del
recorrido por los molinos.

Km 3. Del Prao Judo al Plaital

Continuamos por una ancha pista de concentración parcelaria, inmersa en un paisaje vegetal variado, entre robles y castaños —ya muchos secos—, entre prados y setos vivos, más algún pinar de pino resinero (Pinus pinaster).

Estos parajes son también propicios para la ver o escuchar aves. Es fácil escuchar a la oropéndola (Oriolus oriolus), que canta con fruición tras su llegada primaveral desde tierras africanas. Igual que la abubilla (Upupa epops) y el cuco (Cuculus canorus).

A la altura de Los Nogales, árboles que siguen presentes en el paisaje, el sendero gira hacia la derecha y prosigue dejando a la derecha El Plaital o El Pleital. Ya cerca de aquí, a la altura de Las Aceñas, el sendero llega al trayecto inicial por el que vinimos desde el pueblo.

 


LAS FUENTES

Un manantial de burbujas

El lugar es muy sugerente, un verdadero claro en el monte donde penetra la luz solar hasta las flores azules de los cardos del género Cirsium, de floración primaveral ya tardía, que atraen un verdadero carrusel de mariposas, como la Zygaena filipendula, la nacarada y la pandora, y de otros insectos, como el espectacular Chrysis ignita, pequeño pero de colores metálicos muy llamativos.

Cuesta dejar atrás este rincón mágico de Navarredonda, pero el tramo que nos espera tampoco se queda atrás. Seguimos bajo un espeso monte de robles rebollos, con troncos recorridos por el trepador azul (Sitta europaea), el agateador común (Certhia brachydactyla) y el pico picapinos (Dendrocopos major).

Tras pasar una portera atravesamos una cuesta entre diversas especies de escobas (Cytisus multiflorus, Cytisus scoparius) y jaras pringosas (Cistus ladanifer), cantuesos (Lavandula stoechas) y tomillos (Thymus sp). Un poco más allá el sendero atraviesa una antigua pared de piedra y sale a una pista forestal de reciente construcción frente a un grupo de veteranos cerezos silvestres, dominando un entorno de prados entre árboles que fue durante décadas zona de huertas.

FOLLETOS RUTAS MAPA GOOGLE RECORRIDO
Inicio ruta
GPS Coordenadas
40°36'22.6"N 6°00'45.5"W
Longitud
4 kilómetros
Transcurre por caminos, senderos de montaña y riachuelo.
Duración
2 horas
Desnivel acumulado
156 metros
Dificultad
Baja
Dificultad de la Ruta
Vídeo sobre la ruta senderista de los Molinos